PARA REFLEXIONAR EN VERANO SOBRE EL PODER DEL AMOR

La gente pasa, pasa. El niño y su perro duermen, en la calle de un balneario, ausentes , solos, unidos por un amor indisoluble, por la inocencia, por el dolor.

Hay personas que merecen palos, digo yo. Ácidas, críticas, venenosas, enemigas. Alli están, dispuestas a criticar, pero no a ayudar.Alli están, listas y dispuestas para amargarte la tarde:
¡Hermano...creo que esto debiera haberse hecho asi y asi....!....y siguen y siguen.

Dan verdaderas ganas de darles unos buenos palos en el lomo.....¿Lo hacemos?

Yo creo que si, pero antes, leamos y meditemos esta historia, ahora que en verano tenemos más tiempo:

La historia de Pedrito

El primer día de clase que Doña Tomasa se enfrentó a sus alumnos de quinto grado, les dijo que ella trataba a todos los alumnos por igual y que ninguno era su favorito. En la primera fila sentado estaba Pedrito, un niño antisociable, con una actitud intolerable, el cual siempre andaba sucio y todo despeinado. El año anterior, Doña Tomasa había tenido a Pedrito en una de sus clases. Doña Tomasa veía a Pedrito como un niño muy antipático.

A ella le daba mucho gusto poder marcar con lápiz rojo todo el trabajo que Pedrito entregaba con una «F». En la escuela donde Doña Tomasa enseñaba se le requería revisar el archivo de historia de cada alumno y el de Pedrito fue el último que ella revisó.

Cuando empezó a leer el archivo de Pedrito, se encontró con varias sorpresas. La maestra de Pedrito de primer grado había escrito: «Pedrito es un niño muy brillante y muy amigable, siempre tiene una sonrisa en sus labios. Él hace su trabajo a tiempo y tiene muy buenos modales. Es un placer tenerlo en mi clase».

La maestra de segundo grado: «Pedrito es un alumno ejemplar, muy popular con sus compañeros, pero últimamente muestra tristeza porque su mamá padece de una enfermedad interminable».

La maestra de tercer grado: «La muerte de su mamá ha sido muy difícil para él. Trata de hacer lo mejor que puede, pero sin interés. El papá no demuestra ningún interés en la educación de Pedrito. Si no se toman pasos serios, esto va afectar la vida de Pedrito».

La maestra de cuarto grado: «Pedrito no demuestra interés en la clase. Cada día se cohibe más. No tiene casi amistades y muchas veces duerme en clase».

Después de leer todo esto, doña Tomasa sintió vergüenza por haber juzgado a Pedrito sin saber las razones de su actitud. Se sintió peor cuando todos sus alumnos le entregaron regalos de Navidad envueltos en fino papel, con excepción del regalo de Pedrito, que estaba envuelto en un cartucho de la tienda. Doña Tomasa abrió todos lo regalos y cuando abrió el de Pedrito, todos los alumnos se reían al ver lo que se encontraba dentro. En el cartucho había una botella con un cuarto de perfume y un brazalete, al cual le faltaba algunas de las piedras preciosas. Para suprimir las risas de sus alumnos, se puso inmediatamente aquel brazalete y se echó un poco del perfume en cada muñeca. Ese día Pedrito se quedó después de la clase y le dijo a la maestra:

—Doña Tomasa, hoy usted huele como mi mamá.

Después de haberse ido todos, doña Tomasa se quedó llorando por una hora.

Desde ese día cambió su materia. En vez de enseñar lectura, escritura y aritmética, escogió enseñar a los niños. Doña Tomasa empezó a ponerle más atención a Pedrito. Ella notaba que mientras más ánimos le daba a Pedrito, más entusiasmado reaccionaba él. Al final del año, Pedrito se convirtió en el más inteligente de la clase y a pesar de que doña Tomasa había dicho el primer día de clase que todos los alumnos iban a ser tratados por igual, Pedrito era su preferido.

Pasaron cuatro años y doña Tomasa recibió una nota de Pedrito, la cual decía que se había graduado de la secundaria y que había terminado en tercer lugar. También le decía que ella era la mejor maestra que él había tenido.

De ahí pasaron seis años cuando doña Tomasa volvió a recibir noticias de Pedrito.

Esta vez le escribía que se le había hecho muy difícil, pero que muy pronto se graduaría de la universidad con honores y le aseguró a doña Tomasa que todavía ella seguía siendo la mejor maestra que había tenido en su vida.

Pasan cuatro años más, cuando doña Tomasa vuelve a saber de Pedrito. En esta carta él le explicaba que había adquirido su postgrado y que había decidido seguir su educación. En esta carta Pedrito también le recordaba que ella era la mejor maestra que había tenido en su vida. Esta vez la carta estaba firmada por: «Dr. Pedro Altamira».

Bueno, el cuento no termina ahí. En la primavera, doña Tomasa volvió a recibir una carta de Pedrito donde le explicaba que había conocido a una muchacha con la cual se iba a casar y quería saber si doña Tomasa podía asistir a la boda y tomar el lugar reservado usualmente para los padres del novio. También le explicaba que su papá había fallecido varios años atrás. Claro que doña Tomasa aceptó con mucha alegría y el día de la boda se puso aquel brazalete sin brillantes que Pedrito le había regalado y también el perfume que la mamá de Pedrito usaba.

Cuando se encontraron, se abrazaron muy fuerte y el Dr. Altamira le dijo en el oído muy bajito:

—Doña Tomasa, gracias por haber creído en mí. Gracias por haberme hecho sentir que era importante y que yo podía hacer la diferencia.

Doña Tomasa, con lágrimas en los ojos, le respondió:

—Pedro, estás equivocado. Tú fuiste el que me enseñó que yo podía hacer la diferencia. ¡Yo no sabía enseñar hasta que te conocí a ti!

¡Podemos hacer la diferencia!

Conclusión:

No les demos palos....tengamos paciencia. Oremos para que el Señor les saque el veneno que perturba su corazón, y llene los vacíos con Su Amor.

Amén

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