Por monseñor José Ignacio Munilla Aguirre, obispo de Palencia
PALENCIA, sábado, 7 de marzo de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito monseñor José Ignacio Munilla Aguirre, obispo de Palencia, sobre esoterismo, horóscopos, y otras formas de adivinación.
De horóscopos, tarots y mediums
No estamos ante un hecho menor... Baste comprobar que muchos medios de comunicación, ante la disminución de la publicidad comercial, están recurriendo al negocio esotérico para salvar sus maltrechos balances. A diferencia de lo que ocurre en otros ámbitos de la economía, los momentos de crisis son la ocasión propicia para que algunos hagan fortuna, explotando los miedos, supersticiones, angustias y ansiedades de los que sufren.
He aquí uno de los contrastes más llamativos de esta cultura occidental, que tanto alardea de no aceptar más dogma que las ciencias experimentales. Estamos ante uno de esos fenómenos inconfesables, que tienen mayor incidencia que la que estamos dispuestos a declarar en público. La ideología laicista y positivista se siente incómoda a la hora de reconocer esta paradoja: vivimos en una sociedad materialista, que hace alarde de su increencia, pero que, sin embargo, termina construyendo su peculiar "espiritualidad" a base de recetas esotéricas.
El esoterismo y el ateísmo son dos cosmovisiones con muchos vasos comunicantes. En el fondo y en la práctica, la superstición es tan contraria a la fe, como lo es el ateísmo. Queda patente que la "credulidad" y la "increencia", lejos de ser dos fenómenos opuestos e incompatibles, son dos ramas de un mismo tronco: la desconfianza en Dios.
El hombre moderno recurre al intento de adivinación del futuro, para liberarse de sus incertidumbres y aplacar sus miedos. Estamos ante una nueva edición del mismo pecado de desconfianza de Saúl. El auténtico antídoto contra esta tentación lo hemos recibido de Jesucristo: "La actitud cristiana justa consiste en entregarse con confianza en las manos de la providencia en lo que se refiere al futuro y en abandonar toda curiosidad malsana al respecto" (Catecismo de la Iglesia Católica 2115).
El consejo que la tradición cristiana atribuye a San Ignacio es muy significativo: "Haz las cosas como si sólo dependiesen de ti, y luego espera y confía como si sólo dependiesen de Dios".
De rumores, filtraciones y cotilleos...
Aunque se trata de un "género inferior", los rumores, filtraciones y cotilleos pertenecen a la misma especie del esoterismo; o, cuando menos, son "parientes". Se trata de una tentación que está bien reflejada en el refrán que dice: "La información es poder". Es indudable que existe en nosotros una atracción morbosa hacia las "informaciones privilegiadas" o las noticias "en exclusiva". Los motivos pueden ser diversos: desde el deseo de protagonismo, hasta el ansia de curiosidad o el intento de superar las incertidumbres. Lo cierto es que ese afán desmedido de novedades, genera fácilmente una dinámica que nos aboca a multitud de "cotilleos", "vaticinios", "rumores", "filtraciones", "suposiciones"...
Sin embargo, no es verdad que el acceso a determinados "secretos" nos preserve del riesgo de cometer errores. Muchas veces sucede lo contrario: cuanto más dispersos y ávidos de novedades estamos, más descentrados y alejados vivimos de nuestra propia realidad y del momento presente.
La conclusión que extraemos es clara: La fidelidad a la verdad exige la renuncia a la pretensión de conocer y controlarlo todo. En esta cultura tan marcada por la ansiedad, me atrevería a destacar la importancia de los siguientes rasgos de madurez: Callar sobre lo que no se sabe; renunciar a curiosidades indiscretas que no son de nuestra competencia; no hablar de los ausentes, y si fuera necesario, hacerlo con discreción; renunciar a ejercer de profetas sin serlo; no preocuparse a destiempo; relativizar los problemas; practicar el "santo abandono"...
He aquí una oración inspirada en los escritos de San Pío de Pietrelcina, muy adecuada para todos aquellos que, como Saúl, estamos tentados -de una u otra forma- a acudir a la pitonisa de Endor: "Señor, el pasado lo arrojo a tu misericordia. El futuro lo confío a tu providencia. Y sólo me reservo el momento presente para vivirlo y ofrecértelo en intensidad de amor".
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YA LO SABEMOS....¡CONFIEMOS EN DIOS, Y EN SU iNFINITA MISEERICORDIA.